MÁS DE 50 AÑOS DE TRAYECTORIA

Antonio Tarragó Ros, un músico lleno de sabiduría e incomprendido

En la música folclórica de nuestro país, hay nombres que son una marca registrada, uno de ellos es el de Antonio Tarragó Ros. Este músico ejecutante del acordeón nació en la ciudad de Curuzú ...

En la música folclórica de nuestro país, hay nombres que son una marca registrada, uno de ellos es el de Antonio Tarragó Ros. Este músico ejecutante del acordeón nació en la ciudad de Curuzú Cuatiá, el 18 de octubre del año 1947. Desde muy pequeño sintió el mandato de ser músico. Él lo define para tener un acercamiento a su padre, Tarragó Ros, que también fue acordeonista, y uno de los más importantes del género. En sus primeros años vivió con sus abuelos catalanes,y más tarde con Gualberto Panozzo, su primer maestro del instrumento. En el comienzo aprendió la obra Madrecita. A partir del año 1971 se inició en el registro de discos, que suman más de una treintena de trabajos discográficos. 

A mitad de la década del 70, Antonio Tarragó Ros realizó grabaciones con nombres fantasmas como Trío Yaguareté, Conjunto Yasí Yateré y Crescencio Gamarra, registrando cuatro LP. Eligió estos rótulos por temas de contratos, pero quienes escuchaban esas melodías lo reconocían fácilmente. "Muchas veces venían a donde yo estaba tocando, y me dejaban el dinero arriba de un piano", confesó tiempo después.

Cabe recordar que residió algunos años en la ciudad de Rosario, para luego radicarse en Buenos Aires. Ha colaborado con innumerables artistas como Los Cuatro de Córdoba, Los Chalchaleros, Mercedes Sosa y Los Cantores de Quilla Huasi, entre tantos otros. Debemos a este artista la ejecución y musicalización de  películas y documentales como Perros de la noche y Argentina secreta, por citar algunos.

Sus creaciones

Antonio explica que es parte de una escuela de instrumentistas que tocan pocas notas. Ha firmado una cantidad de títulos, más de 350 están registrados en la Sadaic.

Algunos de ellos son de carácter instrumental. Es un músico que tiene un oído que  capta sonidos de la naturaleza, por ejemplo, con Pájaros isleros el autor explicó que, en un atardecer en la costa de un río, observó pájaros y patos volando de forma sincronizada a una isla. Siguió el vuelo con una sola hilera e ideó una obra. A eso le sumó sonidos de un sapo que lo acompañó con los bajos de la mano izquierda. Otros títulos del autor que tuvieron una gran aceptación fueron Aquella vieja acordeona, Para zapatear o no, Tarragoseando, Sin ley y Luna payesera, por citar solo algunas.

Vemos cómo el autor navega en la poesía  en  De ternura y luz, escrita para su esposa de aquel entonces, Perla Aguirre, y su hija recién nacida Irupé, Nunca te olvidé y Corazón escuelero, esta última la escribió después de no asistir a una reunión de excompañeros en su pueblo natal. Se sintió melancólico, eligió la pluma y brotaron esos versos que en un primer momento las desechó. Según dijo porque era una canción triste. Cuando llegaron algunos amigos a su casa encontraron esa letra, lo felicitaron y agarró coraje para grabarla. Antonio nos dijo: "Uno escribe las canciones  para transformar los dolores, algo que te duele en algo lindo,". Firmó con otros autores como Luis Landriscina, Héctor Chávez, Pocho Roch, Cacho González Vedoya y Teresa Parodi, entre tantos otros.

Sus amigos y colegas

Alcides Matijasevich, glosista y autor santafesino, lo define de la siguiente manera: "Antonio es una persona mutifacética. Es un músico incomprendido, le costó siempre exponer lo suyo. Lo ha hecho con mucha grandeza,coraje y decisión. Desde el momento en que se llamó Tarragó Antonio Ros, siempre le ha sido cuesta arriba, por portar un apellido, por querer hacer las cosas distintas al padre, ni mejor ni peor, distintas. La gente lo estigmatizó, lo castigó demasiado. Hoy le deben una disculpa muchos de los que, alguna vez, lo han criticado con dureza. Merece un reconocimiento desde los medios de comunicación. Está comprometido hasta la médula con el chamamé. Le hizo grabar chamamé a muchos rockeros, pero nunca le hicieron grabar un rock a él, y acercó a mucha gente al género. Es una de las personas más definidas, sabe de la historia del chamamé y de los instrumentos. Yo lo quiero mucho y lo considero mi amigo".

Asimismo Carlos Ubaldo Maciel, fotógrafo y exintegrante de la Orquesta Folclórica de la provincia de Corrientes, lo define de la siguiente manera: "Es uno de los que más misturó nuestra música con distintos ritmos y grandes artistas nacionales. Lo hizo con extrema seriedad y generosidad. Su obra cumbre, para mi que es Naturaleza, habla de todos los animales que están en vía de extinción sobre todo en la provincia de Corrientes. Hay un tema que se llama Aguará guazú que lo describe cantando Ramona Galarza con el dúo de Rosendo y Ofelia. Es una lástima que en la ciudad de Corrientes no se haya difundido ese trabajo. Si me han comentado docentes en la provincia de Buenos Aires que la obra fue recorriendo las escuelas. Además, Antonio junto con Teresa Parodi es uno de los números máximos de nuestra música, por ampliación de panorama, totalmente generoso y difusor", subrayó.

También su aporte lo hace la docente, pianista e investigadora del Instituto de Artes del Espectáculo Angélica Adorni: "La producción inicial de Antonio a comienzos de los 70 se alinea con el movimiento de la canción nueva y marca la necesidad de una renovación sonora y poética, reafirmando al mismo tiempo el lugar central del chamamé como símbolo identitario de la cultura regional. Acorde a los idearios sociales y humanistas de la época, la música de Antonio tiene al hombre en el centro del discurso. El hombre y la mujer de la región -sus trabajos, sus pesares, sus luchas diarias- son retratados con fina sensibilidad y realismo, sin deformaciones ni pintoresquismo. En este sentido, la música de Antonio desde sus primeros discos presenta un horizonte sonoro novedoso, que parte de la más profunda raíz, acercando el chamamé a nuevos públicos y colocándolo en un lugar central en el campo de las músicas populares argentinas e incluso latinoamericanas".

Exequiel Fernández acordeonista curuzucuateño nos destaca que su presencia es algo mágico, un enviado de Dios para predicar esto tan lindo que es el chamamé. Hoy es un gran referente, por su obra y su aporte en general a nuestro género, una figura que nos traza un camino a seguir.

Antonio es una figura imprescindible dentro del chamamé, hoy goza de la popularidad y el reconocimiento de tantos jóvenes que se inician en la música. El mejor homenaje para él es la difusión de su obra.

 

TEXTO: GUIDO RODRIGUEZ  FUENTE: DIARIO REPÚBLICA DE CORRIENTES

  • Fecha 18.10.2024
  • Sección Ciudad
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