POLITICA
Los 70: la misa en Washington que descolocó a la embajada argentina
La Catedral de San Mateo, en el centro de Washington, se enhebra con la historia política de los Estados Unidos y la defensa de la libertad y la democracia. En esa construcción neorrománica de ladrillos rojizos se celebr&oacut...
La Catedral de San Mateo, en el centro de Washington, se enhebra con la historia política de los Estados Unidos y la defensa de la libertad y la democracia. En esa construcción neorrománica de ladrillos rojizos se celebró el funeral de John Fitzgerald Kennedy, en noviembre de 1963, y más recientemente, en 2021, a ese templo se dirigió el presidente Joe Biden antes de asumir su mandato, acompañado por Nancy Pelosi y otros líderes parlamentarios.
Fue escenario, también, de una misa en la fecha patria argentina del 25 de Mayo, en 1979, en la que el sacerdote franciscano Sean Patrick O’Malley, hoy arzobispo de Boston y cardenal –con muy buena llegada al papa Francisco, condenó públicamente la violación de los derechos humanos y la aplicación de la doctrina de la seguridad nacional en la Argentina, en plena dictadura militar. Los funcionarios argentinos que se encontraban en el templo se retiraron, en medio de airadas quejas, y la iglesia quedó casi vacía.
“Los que se escudan en una supuesta cruzada antimarxista para hacer estragos, para violar todos los derechos y garantías de los ciudadanos, son criminales y no deberían atreverse a llamarse católicos y cristianos”, amonestó severamente el sacerdote, ante la sorpresa del embajador argentino, Jorge Aja Espil, quien se fue de la misa, lo que forzó al resto del personal de la sede diplomática a tomar el mismo camino.
El incidente se reconstruye en el libro “La verdad los hará libres”, el minucioso trabajo documental que el Episcopado argentino encomendó a un grupo de teólogos, encabezados por el padre Carlos María Galli, para investigar la actuación de la Iglesia en la espiral de violencia que azotó a la Argentina entre 1966, desde la caída de Arturo Illia, hasta la recuperación de la democracia, en 1983.
Formado entre los franciscanos capuchinos, O’Malley llevaba ocho años de sacerdote y tenía 34 años de edad. Hablaba muy bien español y portugués y en ese momento trabajaba en Washington con inmigrantes y refugiados centroamericanos. Cuando el embajador Aja Espil pidió la celebración de la misa por el 169° aniversario de la Revolución de Mayo, el arzobispo local, cardenal William Wakefield Baum, le encomendó a O’Malley pronunciar la homilía.
El sacerdote franciscano conocía casos de religiosos desaparecidos en la Argentina, incluso más de uno pertenecientes a su congregación, como el padre Carlos Bustos, capuchino de Córdoba. O’Malley había participado en enero de ese año de la Conferencia General de Obispos Latinoamericanos que deliberaron en México, con la presencia del papa Juan Pablo II. De allí surgió el Documento de Puebla y tomó ese texto como base de su predicación, poniendo énfasis en la crítica que se formula a la doctrina de la seguridad nacional.
En el sermón, O’Malley reprochó las desapariciones, torturas y asesinatos, adhirió a los reclamos de las Madres de Plaza de Mayo y denunció que América Latina se había vuelto un “río de sangre”.
Fuera de la Catedral había una protesta para exteriorizar las denuncias de violaciones a los derechos humanos en nuestro país, impulsada por el sacerdote irlandés Patrick Rice, de la Fraternidad del Evangelio, que había sido detenido en la Argentina y forzado a partir al exilio. Al retirarse del templo en medio de la celebración por entender que se había politizado, el embajador Aja Espil se encontró con pancartas que decían: “Caín, Caín: ¿dónde está tu hermano?”.
Críticas desde el púlpito
Al referirse al Documento de Puebla, el padre O’Malley señaló que “después de condenar los errores del marxismo ateo y del capitalismo liberal, nos habla de la ideología de la seguridad nacional, que es, de hecho, más una ideología que una doctrina”.
Los párrafos más salientes de la homilía de O’Malley fueron los siguientes:
“A esto se suman las angustias […] por la represión sistemática o selectiva, acompañada de delación, violación de la privacidad, apremios desproporcionados, torturas, exilios.”
“Angustias en tantas familias por la desaparición de sus seres queridos, de quienes no pueden tener noticia alguna. Inseguridad total por sus detenciones sin órdenes judiciales.”
“Angustias ante una Justicia sometida o atada. Tal y como indican los Sumos Pontífices: La Iglesia, por un auténtico compromiso evangélico, debe hacer oír su voz denunciando y condenando estas situaciones, más aún cuando los gobernantes o responsables se llaman cristianos” (al citar el discurso inaugural de Juan Pablo II en Puebla).
“Angustias por la violencia de las guerrillas, del terrorismo y de los secuestros realizados por extremismo de distintos signos que igualmente comprometen la convivencia social”.
“¡Centenares de ciudadanos han desaparecido, algunos marxistas, otros opositores de otra índole, otras gentes apolíticas, otros simplemente familiares de disidentes!”
“¡Un obispo ha reclamado por los niños desaparecidos y las mujeres encintas, cuya suerte aún permanece desconocida! Demasiadas veces en Latinoamérica personas de conciencia, sin ningún interés político, luchando por la justicia, han sido tachados de marxistas y perseguidas como tales”.
“Los que se escudan en una supuesta cruzada antimarxista para hacer estragos, para violar todos los derechos y garantías de los ciudadanos, son criminales y no deberían atreverse a llamarse católicos y cristianos”.
La tarea de Pio Laghi
El incidente de Washington fue comunicado al Vaticano y desde allí se le notificó al nuncio apostólico en Buenos Aires, monseñor Pío Laghi.
Como lo exigía su función, el decano del cuerpo diplomático en la Argentina informaba a la Santa Sede sobre las denuncias contra el gobierno militar y recibía cartas y pedidos de familiares para conocer el paradero de personas desaparecidas. Sus informes llegaban a Juan Pablo II, lo que llevo al pontífice a denunciar públicamente “el drama de los desaparecidos”, en el Angelus del 28 de octubre de 1979, en la plaza San Pedro.
Según se indica en “La verdad los hará libres”, el nuncio Laghi pidió al gobierno de Jorge Rafael Videla explicaciones por 3115 casos de personas desaparecidas y solo obtuvo respuestas por 1078, un 35 por ciento. El Episcopado argentino había seguido la estrategia de “gestiones reservadas”, incluso mediante reuniones que autoridades eclesiásticas y militares celebraban periódicamente, pero sin mayores resultados.
Fuente: La Nación
- Fecha 04.07.2023
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